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Los partidos euroescépticos están en auge, pero no tanto como lo estuvieron estos últimos años, pues en las últimas elecciones, tal y como ha dicho el moderador, la cantidad de representantes suyos fue mucho menor a la estimada.
Obviando de las conclusiones que se pueden sacar de las últimas elecciones europeas el fuerte despegue de muchos partidos ecologistas, propulsado en su mayoría por jóvenes, tenemos que analizar cómo, aunque los anti-europeistas sean menos de los esperados, estos son una fuerza política potente dentro del parlamento europeo y, sobretodo, de la política local de muchos países miembros, pues todo lo anteriormente mencionado demuestra la influencia que tienen estos partidos, que muchas veces han sido tachados de extremistas.
Aunque la UE no tenga una relación muy buena con los extremistas, la relación con los euroescépticos debe ser una ardua y constante, por lo que su representación en parlamento no es sólo claramente justa, puesto que se han ganado su sitio por votación, sino que tambien es necesaria, ya que los retractores internos son los que mejor saben cuáles son las flaquezas de la Unión, y gracias a la crítica que ellos hacen se puede saber donde la UE necesita mejorar.
Un problema que estos partidos exponen mucho es una falta de independencia por parte de los países miembros, según ellos creciente, y aunque estas críticas, en muchos casos, sean puestas de forma populista, siguen siendo algo que se debería analizar, contemplando crear estatutos que garanticen que los países que conforman la Unión Europea, aunque estén estrechamente vinculados a esta, siguen siendo Estados, por lo cual tienen el derecho de tomar decisiones que, aunque aconsejadas por la UE, son suyas a fin de cuentas.
La situación con los partidos euroescépticos no es una que divida perfectamente lo que es bueno y lo que es malo, lo que es blanco y lo que es negro, por lo cuál se deben contemplar los tonos de grises intermedios, para así poder llegar a consensos eficaces y que mejoren el espíritu colaborativo europeo, sobre el que se sustenta la Unión Europea.